La S.A Hullera vasco Leonesa y la acción concertada
La S A Hullera Vasco Leonesa se hizo cargo de las minas en 1966, presentando el proyecto de Acción Concertada. En este proyecto se preveía una reestructuración casi completa de las instalaciones, con un ambicioso Plan de Inversiones, cuya cuantía ascendía a 289 millones de pesetas. Se instala un único lavadero para la producción de Orbó y Barruelo, se programa la remodelación completa del sistema de distribución eléctrica y se construye una gran nave con acceso a los vagones de RENFE, donde se centralizan los talleres y el almacén. Hubo una reestructuración de la plantilla del exterior que pasó de 422 a 270 obreros. Los objetivos a conseguir con estas transformaciones son: el aumento de la producción y la disminución de los costes por tonelada producida, en un intento de convertir a Minas de Barruelo en una sociedad rentable.
A pesar de no haberse realizado más que una pequeña parte de las inversiones, se alcanzaron los objetivos previstos en cuanto a producción y rendimiento.
Pero a pesar de ello y por razones poco claras en 1967 la empresa plantea un expediente de crisis total y solicita en la Delegación Provincial de Trabajo el cierre de las instalaciones y el despido de la totalidad de la plantilla. Las alegaciones de la empresa se basaron en el incumplimiento por parte de la administración, de una serie de causas que condicionaron la adquisición de las minas, entre las cuales destacaron la pérdida del suministro a RENFE, con quien contaban como cliente hasta el final de su electrificación. En un primer momento la Delegación Provincial de Trabajo dictaminó en contra del expediente de crisis en Julio de 1967 por considerarlo improcedente al no existir crisis técnica y sí problemas económicos. Pero en Diciembre de 1968 y por acuerdo del Consejo de Ministros se decretó el cierre progresivo de las minas. Este cierre suponía para la administración unas consecuencias económicas más graves que la modernización y reestructuración de las minas, pues la cantidad destinada a afrontarlo (despidos, jubilaciones, indemnizaciones, etc. corría a su cargo) y superaba en mucho a lo que hubiera costado mantenerlas abiertas. El cierre comenzó en Enero de 1969 por el Pozo Peragido, terminado en 1972 con el cierre del Pozo Calero.
Las protestas a nivel provincial fueron numerosas, pues tal decisión determinaba la pérdida del puesto de trabajo de una numerosa plantilla, sin ningún intento de reconversión de la mano de obra y el hundimiento de una comarca que tenía en la actividad minera la base de su economía. Además el problema tenía otro planteamiento: Determinar si deben explotarse las fuentes de energía nacionales aun cuando resulten más caras que las extranjeras. Todos los técnicos estaban de acuerdo en considerar el cierre irreversible de las Minas en los niveles explotados, pero las reservas de Barruelo constituyen una riqueza nacional que no debe desperdiciarse, y su explotación podía al menos no ser deficitaria.
Muchas versiones apuntan al cierre injustificado de estas minas, dispuesto por Decreto. Parece que la vinculación familiar de los propietarios con personas del más alto nivel de responsabilidad política del momento tuvo un peso decisivo, ya que su cierre no benefició en modo alguno a los intereses generales.
Una vez efectuado el cierre de las explotaciones éstas fueron vendidas a Altos Hornos de Vizcaya S.A. que parecía querer demostrar cómo la siderurgia española se inclinaba aún por el consumo del carbón nacional y el reconocimiento de las posibilidades que este carbón tenía para coquizar. Pero Altos Hornos S A nunca reanudó la explotación de las minas.
Se produjo entonces una fuerte emigración desde Barruelo hasta otros puntos de la geografía nacional, siendo principales lugares de recepción el País Vasco, Madrid, Palencia, Valladolid, Zaragoza y Cataluña.
Fue así como el pueblo pionero en la minería palentina, que fue almacén de luz de Madrid, que movió todos los ferrocarriles del Norte de España, y que contribuyó ampliamente al desarrollo industrial del país, veía cómo llegaba su fin.
Barruelo quedó herido de gravedad, y sus gentes, las que no tuvieron que emigrar se enfrentaron con la nostalgia del pasado y con una grave desconfianza en el futuro. Sí hubo quien trató de buscar otras salidas de tipo turístico, aprovechando la riqueza natural y paisajística de su entorno, con este fin se creó en 1968 el CIT (Centro de Iniciativas y Turismo) que estudió alternativas para el resurgimiento económico de Barruelo y su comarca. Desde entonces se ha trabajado en distintos proyectos con más o menos suerte y se puede decir que Barruelo ha logrado al menos sobrevivir.
En Enero de 1980, quedó constituida una nueva sociedad con el nombre de Hullas de Barruelo S. A. que reanudó la explotación con una inversión de 50 millones de pesetas y la creación de 40 puestos de trabajo.